El presidente condena el discurso antimigrante de los republicanos y achaca el rechazo a la reforma migratoria de Biden al “tejemaneje de la política electoral” 

“México no es piñata de nadie”. Ese es el mensaje que envió Andrés Manuel López Obrador a los candidatos del Partido Demócrata y, sobre todo, del Partido Republicano en su conferencia de prensa de este jueves.

El presidente de México criticó el rechazo a la reforma migratoria propuesta por su homólogo estadounidense, Joe Biden, y aseguró que los republicanos prefieren sacar raja política de un discurso antimigrante con la mira puesta en las elecciones de este año.

“Es parte del tejemaneje de la política en tiempos electorales”, dijo el mandatario, “la rechazaron porque quieren tener la bandera antiinmigrante en lo alto”.

La reforma de Biden prometía un endurecimiento de la gestión migratoria en Estados Unidos, facilitaba el cierre de la frontera y otorgaba al presidente la facultad de expulsar a inmigrantes sin papeles y a solicitantes de asilo a México.

Las concesiones de los demócratas no fueron suficientes para los republicanos, que la rechazaron en el Senado.

López Obrador no dudó en cuestionar los motivos de los políticos conservadores de su país vecino, al asegurar que si llegaban a un acuerdo se desmontaba su estrategia de atacar a los migrantes latinos. “Son de esas cosas surrealistas, los republicanos.

Era supuestamente la reforma más enérgica de los demócratas”, comentó.

Las declaraciones del presidente llegaron después de que los Gobiernos de México, Estados Unidos y Canadá sostuvieran reuniones de trabajo para dar seguimiento a la colaboración en migración y tráfico de fentanilo, dos temas que han marcado la agenda electoral estadounidense y que han detonado las críticas contra la Administración de Biden.

Se produjeron también después de que un reportaje sobre una investigación de la DEA sobre financiamiento del narcotráfico a la campaña de López Obrador en 2006 tensara la relación bilateral. La Casa Blanca dijo que la investigación era “caso cerrado”, pero el mandatario mexicano reconoció que la filtración le había molestado.

El Ejecutivo mexicano se ha confrontado desde hace meses con miembros del ala dura del Partido Republicano y ha pedido a los millones de estadounidenses de origen mexicano que no voten por ellos. Esta vez retó a ambos partidos a que se comprometan a regularizar la situación migratoria de millones de personas para ganarse el respaldo de la comunidad latina.

“El partido que ofrezca eso debe tener el apoyo de los mexicanos e hispanos”, declaró López Obrador, que además pidió que el compromiso se diera en una ceremonia formal: “Si me invitan, yo voy”.

El debate electoral sobre la migración del otro lado de la frontera hace que ese escenario sea poco probable.

En diciembre se rompió otro récord de detenciones de migrantes, con más de 300.000 cruces irregulares informados por las autoridades estadounidenses. Y Greg Abbott, el gobernador de Texas, el Estado con la frontera más extensa con México, ha dejado claro que no dará un paso atrás en las medidas de mano dura que ha implementado, como la instalación de un “muro flotante” en el río Bravo, la colocación de alambre de púas y el despliegue de efectivos para reforzar la zona fronteriza.

Los límites entre ambos países se han vuelto a convertir en una olla de presión, con cierres de garitas, manifestaciones de grupos de ultraderecha y migrantes que se agolpan a las puertas de Estados Unidos.

Los comentarios de López Obrador siguen una estrategia de dos vías: pasar factura a los políticos que defiendan un discurso antimigrante y ganar margen de maniobra frente al Gobierno de Biden en las negociaciones bilaterales.

El presidente mexicano propuso que los migrantes que lleven más de cinco años en Estados Unidos obtengan papeles y que se invierta en cooperación para el desarrollo en Latinoamérica para frenar la expulsión de migrantes. Aunque es primordialmente de “consumo interno”, el mensaje es para ambos: demócratas y republicanos.

“No hay nada que temer”, dijo el mandatario, sobre las medidas que se discuten en Washington.

El equilibrio político actual puede cambiar de forma drástica en los próximos meses, con elecciones presidenciales en ambos países y la posibilidad de un regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Los mexicanos irán a las urnas el próximo 2 de junio y los estadounidenses, el 5 de noviembre.

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